Hipersalenas


# novellaentrecruce: …»reflejar, muchedumbres, tía, inocular, contemplativos, criatura, testimoniadores, desempacadora, azuzarlos, pensarla»…

 El Entrecruce, Novella.


Bienvenida y Advertencia: Esta es una página
con contenido para adultos.
Cualquier semejanza, con hechos y/o personas reales, es mera coincidencia. Y pudiera atribuirse estrictamente, a funciones creativo-literarias, pero no informativas.


El Entrecruce

 -0-
   Si se pudiera cuajar esta historia en algo real, más objetivo que la hilación de acontecimientos que propongo, tomaría luego coalescencia un proceso que ha sedimentado largamente en toda la población local; se darían entonces asambleas, reuniones populares en las plazas, donde la gente mía hablaría y pensaría junta. Y entonces se daría otra historia; no ésta febril, hilada en una serie de imsomnios, con la pila de libros al lado, diccionarios, biblias; con la cámara dispuesta encima de la mesa, lista para reflejar las imágenes del momento, para cuando vengan a visitarme por haber hecho esto.
   …Cuando vengan en la noche tarde, dispondrán de este testimonio para recomponerlo, hacerlo trizas con nuevas palabras, suscitar una imagen global del trabajo que yo habré terminado. Y finalmente mis socios visitantes se encararán con otro traspaso, otro despacho sobre un ubicuo plano inclinado, donde rodará como una pelota ascética este trabajo, junto a otros testimonios. Pero en algún momento han de coincidir en un nucleamiento componedor estos rodamientos; con una física libre en eclosión quizá, como en reuniones populares por las plazas, con innúmeros portadores de miles de otros documentos testimoniantes.

.."sus anteojos de sol sabrán más".. Pintura de .. ¿Salvador Dalí?

Pintura de Salvador Dalí

   Arremolinados, concentrados, sacudirán, trizarán con fiebres lo que habrá dentro de los papeles y dentro de las fuentes, esto quizá suponemos, que sea la consecución de una estabilidad emocional tranquilizante. Para las muchedumbres alrededor de las fuentes los testimonios enrollados desempolvan…
   Podrían comentar entre ellos sus alivios. Respirarían hondo… De ellos, otros también circularán, por dentro de las oficinas públicas todas, iluminadas, desiertas por fín.
   ¿Qué habrá en las fuentes cuando el trizar se realice?. No importa ahora si lo que haya sea salsa Worcestershire, o vaya a ser polvo y aire de cine concentrados. Este es el momento de redactar, cuando tengo que recorrer en un paroxismo todas las habitaciones del departamento; para buscar las trazas documentales, ensamblarlas, poder continuar, llegar febrilmente a tiempo para la entrega. Meterme ahora de lleno al trabajo y compilarme con lo que hay.

 1)
   …”Y claro, tanta tribulación, se cansa una de aguantar, casi al final de la vida, con manoseo de tenderifes, los aumentos; y entonces una dice todo, en cualquier lugar, para que sepan tantos idiotas, que no hemos vivido inútilmente, que en nuestra generación…”
   Y claro, casi al final de la vida una contraórden, Tía Reina, con tus dos hijos siempre lejos. Tía, que se ha quedado viuda; ella cree que los sobrinos sólo aspiramos a desposeerla. Celosa de tanto “tesoro numismático” que dejó el Tío Onofre. Cuando en realidad, nosotros los sobrinos la frecuentamos bastante, pero no por ambicionarle nada. Sólo buscamos desconectarnos un poco en su casa; charlamos con ella, que nos hace mirar tambien a esas pobres monedas que no nos interesan un pepino.
   Entonces: ¿Por qué les vas a decir a tus hijos que vuelvan ahora; que ya no te interesa esa realización de ellos como embajadores itinerantes?. Flotantes nuestros primos errantes en el barco-embajada-móvil, por los mares, ríos navegables, fjordos, rías y canales. Barco que este país preparó y fletó años atrás, cuando vivía el Tío Onofre, y era secretario general de la presidencia.
   Que vuelvan querés, Tía Reina, para mudarte con ellos y sus señoras, a alguna pequeña ciudad del interior. Por alejarte de la usura y la escalada de precios que tanto te molestan; por dejar atrás a las barras bravas, que fueron ocupando los lugares dejados por los muchachos ciclistas en esta ciudad grande, idos en su aletear. Son tantos cambios de retroceso, que la gente inteligente y buena vá disparando. Es así, Tía. ¿Ves como te entendemos?. Y todavía preferís creer que venimos acá para arrancarte lo que te ha dejado el Tío Onofre…
   Estas cosas se las dijimos a Reina, con sólo estar en su sala tomando el té… Con mirarla suavemente; …y por el cuidado al tomar las tazas, volviéndolas al plato sin hacer ruido, sin que se vuelque una gota… También se lo dijimos al compartirle el gusto por esas marchas marciales, que ella últimamente se dedica en hacernos escuchar, marchas interpretadas por la Banda de la Policía Tranviaria de Praga.
   “Si solamente Helga y Frederika comprendieran… Ellas no saben. Tampoco saben cuando yo trabajaba en la investigación de las leguminosas, de las tipuanas y las hormigas… Con el Doctor Oiseaux, con quien formábamos el equipo; con él y tanta gente… Que si empezara a nombrarla, no nos alcanzaría la tarde para decir la mitad de aquello que pasaba. Con el Dr. Oiseaux plantamos las semillas; y los seguíamos a los hilos de baba de las hormigas… Siguiendo las asociaciones límbicas que se producían… Finalmente logramos identificar en la baba a unos elementos, que luego crecían en simbiosis con microorganismos del suelo. De los protozoarios simbióticos conseguimos las hormonas, para inocular las tipuanas. Conseguimos nosotros por primera vez…”
   Y Reina se levantó de su silla, pese a sus años, que se notaron en cierta torpeza de su movimiento. Tropezó un poco con la silla, casi se nos cae. Así y todo levantó la cabeza; y nos daba a ver la palma de su mano: Todo un gesto expresivo para nuestros serenos ánimos contemplativos. Entretenidos, aunque discretos, seguimos escuchando.

Tipuana florecida

Tipuana florecida

   “…Por primera vez conseguimos hacer crecer estos árboles con sólo polvo de ladrillo… Las tipas que echen raíces en el polvo de ladrillo… Muchas siguen ahí; a pesar de todos estos años. Si Helga y Frederika pudieran entender como hasta hace poco estuvimos tan bien para el mundo… Y que ahora debe de haber algo igualmente… Entonces volverían acá ellas con los chicos. Buscarían un lugar en el interior ó en la Costa”.
   La banda marcial de la Policía Tranviaria seguía haciendo sonar sus marchas, en el audio que los primos habían fletado a través del Atlántico. La Tía Reina dio cortos pasos frente a nuestras sillas. Nosotros sentados estábamos chochos. Ella parecía pasar por un trance de inspiración. Nos dijo que iba a buscar por los placares, las fotografías y datos guardados, de sus experimentos con el Dr. Oiseaux; tenía que enviárselos a las nueras. Ellas con su cultura, que Reina sabía tenían, iban a descubrir enseguida las posibilidades latentes aquí, por nuestras relaciones… Entusiasmada, se fue Reina para otras habitaciones, olvidándose de nosotros ahí.
   -No se te vaya a ocurrir escamotear nada-, dice Teodoro.
   Golpea el piso con el zapato Chaqui, marcando el ritmo; y mira con un desdén burlón y contesta:
   -¿Ah, sí?. Mirá si ahora voy a disponer de las cosas de Tía Reina para empardarme de parches-.

La "Banda" hace una epica de los rieles.

La "Banda" hace una epica de los rieles.


   El disco de los militares tranviarios terminó. Chaqui iba a reponer la grabación, pero Teodoro dice:   

   -¿Por qué no descansamos un poquito de la fanfarria? ¿Encenderías el televisor? A ver si así sabemos que los parches se colocan, ó si podemos arreglar algo nosotros-.
   -Bueno; a ver que pasa. Pero mira que desconfiar de mí… provocándome. Tan suspicaz vos; como para que agarre las cosas. Lo que a mí me gustaría sí, es poder llevarnos alguna de esas fotos de las cuñadas; que quizá vengan; para ir conociéndolas-. Diciendo esto Chaqui dá a entender que nada había entendido él de aquello que Reina dijo, antes de ir a las habitaciones. Y estaba ahora cambiando de canales frente al televisor sin sonido.
   -Dale volúmen Chaqui, que tenemos que revisar-.
   Y mientras las trivialidades sonoras disimulaban nuestros pocos ruidos; había llegado el momento de revisar debajo de las tablas de pinotea del piso. A ver si las latas de recuerdo, souvenires de basura encerrada en latas de conserva, con una linda etiqueta pegada, que dice: “Auténtica Basura Urbana de la Ciudad Grande”… Y ahí estaban las latas escondidas en su lugar, preparadas como indigencia ingeniosa, para que cuando mejores épocas… Esperando al turismo; quizá cuando Helga y Frederika…

 2)
   Golpetean sobre el lomo de la bestezuela; esta criatura de una sola pieza, la que se encontraba como bloqueada. Es decir que se trata de una vida muy muy antigua; que a la vez segura y quitinosamente nos podría sobrevivir; la que estaba dentro del piletón-pantano, disimulando estoicamente el malestar. Recibía un caudal de palabras, resoluciones asentadas en pliegos entubados, con los que la sacudían. Estos castigos con significaciones, ni siquiera hacían que este símil, de armatoste general pampeano, todo cartílago y huesos como de reptil alado; ni siquiera hacían estos cariños hostigantes que a la criatura se le enturbiara la mirada.
   La asamblea ceremoniosa proseguía igualmente; mucho más cumpliendo con un plan incruento que con puniciones muy severas, -eso no se podía esperar todavía, aunque la hora no se sabe, de si quizá lleguen, o todo nublado-. Con todo esbozado yo observo distante, aunque en suficiente cercanía, como para poder sentir que el cumplimiento que hacen los testimoniadores, es más una cuestión de familia afectuosa en una ceremonia. Donde cuando la escena termine, cada cual estará sin consecuencias, ni para sí ni para la criatura, que continuará dormitando en el fango. Entonces al desconcentrarse, ¿sí?; al producirse el intercambio de documentos, por la calle ancha; quizás muchos a discutir las ausencias que no cesan…
   Y efectivamente lo hacen. Sin embargo pero, algo ha pasado: La densa magia de los edificios oficiales, desprovistos de su solemnidad cuando la asamblea se producía; y con toda su importancia capitóstica, -destinada a llenarles las deficiencias en el alma que muchos…- ¿me entiendes?. Entre quienes de su importancia fatua llenos con rezumante avidez, estaba el Personaje diligente, que circulaba tranquilo, pero con otra imagen… ¿me explico?: compensado se sentía por una consecución, le parecía, de estabilidad emocional tranquilizante, que la expresaba…
   -Que alivio; al fin se combina todo; con que plenitud; que libre…-
   Y se asomó a mirar, lo que sucedía entre la gente abajo, que alrededor de la fuentecita lodosa, ellos ya epitomizaban de estar allí. Habían sacudido sus papeles, y con otros papeles-testimonios. Eran años de construcción en detallados gestos, de adaptación. Y mientras habían estado cambiando posiciones ante la fuente, iban desempolvando lo de adentro de los papeles. Trizaban como hachando jovialmente en la bestezuela, con algo de cariño… ¿eh?.
   ¿Viste que en todos esos palacios estatales que quedaron, siempre hay una oficinita en refacciones, húmeda y fría, con escombros?. Ahí se había asomado el Personaje ahora, a ver. Y para él era del caso acoplarse desde los ámbitos oficiales; ir junto a la masa literaria; le era adecuado unirse a los testimoniadores de la fuentecita, unos escalones arriba, que se habían estado alternando en los bordes.
   ¿Has visto estos hierros en L, pulgada por pulgada, de tres piés de largo generalmente?. Recortes de carpintería desempotrados, oxidados, con cemento pegado… ¿viste?. Ese fierro sobre el montoncito de escombros. Puedes ver como el Personaje agarra el hierro en L; y dieciocho escalones abajo al nivel de la calle; y se acercó a la fuentecita. Y está seguido por otros de la oficina pública, a ver que pasa.
   El animalejo sintió que la contundencia del fierro entraba en su cráneo repetidas veces. Destrozó tejidos vivos, pelos, huesos, sangre, repetidas veces; a ver que pasa.
   Así que otra vez el odio, que estaba pero no estando, que hizo a los testimoniadores apagaran sus ánimos. La pesadumbre se instaló, en un murmullo. La criatura quieta en su fuentecita de barro. El Personaje comenzó a acusar dentro de sí como quintales, como si de cenizas y trapos; y clamaba aparentando no haber sido él quien lo hizo.
   Por lo que inferir, por las causas de evidencia circunstancial, en fín; de observar: en que deviene la situación del grupo autodefinido, como siendo integrantes del establecimiento oficial. Veamos que en racimo se anclan en su reducto, para una permanencia. Veremos también que los testimoniadores se han alejado en grupos. Cambian alternando, alejándose contínuamente, cada vez más alejándose del fuentón. Discuten permanentemente, empero sin perder de vista al grupo integrante del edificio público.

Estatua inusual, Img proveniente del pps "estatuas".

.."integrante del edificio público".. Estatua inusual, Img proveniente del pps "estatuas".


   ¿No es cierto que todo se puso muy oscuro ahí, más granuloso y áspero, cada vez más una culebra en el lavatorio, ó un reptil en la pileta de los platos; no es cierto?. ¿O es un mono arcilloso sin aliento?  

 3)
   Había algo que se nos quería imponer: un gran dimensionamiento ordenador. Pero más que ordenar, esta medida patrón obliteraba cualquier otra visión, perspectiva, proyección o verticalidad propia, convirtiéndose en una aplanadora. Sensación de ser planchados por una densidad excluyente, abrumadora. Teodoro veía a la televisión-plancha, que estaba dando luz a las formas cinematográficas de una lucha armada, dentro de una ciudad de callejuelas.
   Chaqui, a las latas ya las había terminado de cubrir con la lona, y después las tablas, y encima la mesa en su lugar. Y también miraba ahora, como a los combatientes se les disparaban sin pericia los fusiles automáticos, de un modo ruinoso, siempre para cualquier lado. Nos habíamos quedado sentados delante de la pantalla encendida. La TV, la que te va haciendo ilusiones, mezclándonos dentro de un mismo molde.
   -Siguen con lo mismo, ahora viene eso. Te van rompiendo todo, pero sin dejar sus atractivos de lado, con su magnetismo… Ya tenemos ahí el corte… ¡Epa!; ¿qué es esto?-, comenta y señala Chaqui.
   Ahí teníamos algo; repentinamente atentos observando a la muchacha tendida en una camilla. El locutor enumeraba tratamientos, masajes de belleza, lipoaspiraciones y otras chanchadas similares; pero ahí estaba la muchacha boca abajo en la camilla, con esa cosa como sanguijuelas eléctricas pulsátiles, colocadas una en cada nalga. Adheridas las bocas de esas sanguijuelas, contrayéndose y distendiéndose a buen ritmo, que así producen efectos de movimiento en las partes sujetas a demostración, funcionando a cable en esas zonas cárnicas. Mirábamos como terminaba el aviso. La tanda comercial prosiguió.
   -Parece increíble… Pero ves que todavía hay gente que cree en el futuro; que despierta las esperanzas, que conmueve, da un Mensaje…-, dice reseñando Chaqui.
   -Nos hacen pensar en el futuro. Los niños necesitan imágenes y ejemplos como éste para su educación. ¿Ves que debajo del televisor hay dispuesto un videograbador?. Podremos registrar esta instructiva inventiva ingeniosa del aviso-, indica Teodoro. -Seguramente lo repetirán pronto. Han de ser auspiciantes de estas horas. Tenemos que tener todo listo para la próxima tanda-.
   -Bien. Ya me imagino qué esclarecimiento; hasta en los pequeños poblados de campaña-.
   Se intenta; se averigua como echar a andar la casettera. Hay que considerar al observar estos intentos; lo dificil y costosa que es la educación para sectores nacionales marginados; eso todavía agravado por la carencia básica de organización y recursos en estas llanuras desertificadas, malbaratadas…
   …Con las fábricas de soda que no trabajan, que no van a abrir en no se sabe cuanto tiempo más. Este cierre de la industria sifonera fue el orígen de tales decaimiento y absorción depresivas, por el número creciente de solicitantes de contención y asistencia que generó. Se acompaña la situación del maravilloso y mísero encuadramiento, con los bravucones agazapados en cualquier punto de la dirección que se quiera tomar. Obligados de tal manera a revestirnos como con graznidos; frente a cualquiera siempre agitando los brazos. Por todo ello y otras cosas, como en una tregua en casa de Tía Reina, averiguando como echar a andar la videocasettera, acumulados frente al televisor. Pulsando, urgiendo a los diales digitales… Se desconectó la imagen de la recepción del momento; echó a andar una vista guardada, una cinta que pareciera ser de un estadio, en un partido de fútbol.
   Quedamos sorprendidos con esta preferencia de Tía Reina que desconocíamos. Desconectados de nuestro proyecto de divulgación, nos sentamos a ver el partido.
   Muchísima gente ocupa el estadio, pero yendo de aquí para allá sobre el cesped. Vemos que en la cancha hay tres equipos, que juegan mas bien amontonados, que corren alternativamente detrás de alguna de las diferentes pelotas, cada una con un color distinto que la señala. Como hay tres equipos, para el juego se generan coaliciones que al rato se desasocian, dando lugar a otras. La cancha tiene tres medios campos; produciendo el conjunto un terreno de juego en forma de hélice regular radial simétrica, con un círculo central naturalmente dividido en tres sectores circulares.
   Hay tres jueces de línea, que controlan la alternancia de la pelota en juego. Estos cambios se producen al azar, por un sorteo constante, con gente que permanece haciendo esto al mismo tiempo que el partido corre. Alternancia que obliga a los jugadores, a una desconexión de las jugadas emprendidas, para enseguida iniciar otras con un saque lateral. A intervalos regulares, la gente del sorteo produce que se juegue con otro color de pelota; y otros equipos se deben de formar con la misma dotación de jugadores.

Balón, Img proveniente de geocities.com-chinebro.

Balón, Img proveniente de geocities.com-chinebro.

   Los equipos son tres, como ya hemos dicho. Uno lleva camisetas y pantaloncitos marrones. Otro viste pantalones largos azules de gimnasia, con un buzo azul ad hoc en la parte superior. El tercer equipo, es de gente decididamente seria. Se nota que algo está pasando en ellos. Se cruzan frases sobrias los de este tercer equipo.
   Presenciábamos el Tri-Fútbol grabado por Tía Reina. Un espectáculo deportivo muy festivo, juvenil; que visualizar Tri-Fútbol es una fiesta. Con mucho juego de alto, las pelotas seguidas por la cámara, subiendo… Y añadíamos interpretaciones. que iban siendo confirmadas por las voces del comentador y del relator, periodistas deportivos. Se habían reunido hablando varios de los serios. Protestaban por un alevoso foul, que no era necesario de cometer, al árbitro se quejaban. Y al atacado le señalaron que ponga el pecho a la pelota cuando juega la amarilla, que no use las manos con la celeste.
   Estábamos viendo este partido de fútbol modificado. Entonces había una detención. Ya era el entretiempo; cuando se hacía una visita para reportear a un equipo en los vestuarios. Pero la cámara estaba detenida sobre el jugador equivocado, que sentado en el banco miraba tranquilamente esa fijeza errónea; ya que las preguntas las estaba respondiendo otra persona.
   La casettera entró a producir un vibrante berrido fortísimo.
   Instantáneamente, vaya uno a saber qué resorte funcionó, qué tapa saltó de su ensamble plástico, y por qué extraña coincidencia los cabezales, los motores, dispositivos para funcionamiento programado, interruptores del control remoto; todo esto que se agrega y suma a la berreante conducta, para que siga desenfrenada la cassettera un tiempito más.
   La máquina descuajeringa el cassette, que arroja su cinta como serpentina por los aires, que se nos desenrrolla encima de las rodillas. Pausa de silencio calmo y sorprendido.
   -Hacen traer estos sofisticados chirimbolos; que en realidad son como bombas de tiempo. Suboficiales expulsados del Ejército de Seúl. Una conspiración de espías astutos. Los primeros pasos del complot para un golpe planetario. Deben de estar observándonos ocultos, para ver como reaccionamos. Sigamos tranquilamente-, propone Chaqui, con la mirada puesta inmutable sobre el equipo del accidente

 4)
   Se cerró la tarde. Nos empezamos a mover por la sala. Cerramos cortinas, nos abrigamos. Y nos acordábamos de que Reina no aparecía. Teo fue quien volvió con la noticia; mientras Chaqui observaba fija y acusadoramente a un perno muy fino, en la suposición de que el tal breve tramo de metal se había desprendido, que fuese eje de la clavijera quizá, y se había entrometido artero en el sedoso mecanismo, despanzurrando alrededor. Había palabras exactas que Chaqui trataba de nombrar, para inculpar al insidioso objeto; cuando Teo al volver dió tal sacudón con la noticia. Con lo cual ya no más la observación meditativa; tampoco Teo podía proseguir en preguntas sobre otros temas, en los que se ocupaba pensando, en ostinato y recurrencia permanente. Porque yendo a ver, que le había pasado, porque Tía Reina se demoraba así…
   -Reina; ¿dónde te metiste?-.
   …Entonces, se detuvieron las indagaciones. Ya que al encender las arañas con tulipas del cuarto de la esquina, se llenó de consternación. Porque la pequeña y delgada tía ahí estaba acostada… “Quizá está durmiendo una siestita sobre la alfombra”.
   Estaba ella respaldándose en la cama, como frente al escritorio; aunque las gavetas abiertas desesperadamente. Alrededor desparramadas, estaban las páginas con ilustraciones de árboles y gráficas; “y la cabeza y el cuello en un ángulo extraño…”: algo de otras novelas, con detectives, que descubren la violencia, porque la muerte criminal…
   “Voy a bajar las cortinas de inmediato. Que no se vean estos movimientos”. Y bajó las cortinas de enrrollar, hechas con tiras de acero eslabonadas, porque Tío Onofre hubo de protegerse acostumbradamente, siendo secretario de la presidencia.
   Teo, levantando la cabeza, comenzó a imaginar, que así como los dos, con las conservas-souvenires escondidas, quizá Tía Reina, con las metralletas que él un día viera sobre el escritorio en ese cuarto. Claro que eso, cuando el tío Onofre necesariamente debía contar con hombres a su servicio. ¿Y ahora?.
   Notoriamente que sin respiración, ni latidos, caída junto a un desórden de recortes, papeles con gráficas y fórmulas; fotografías de ella misma en delantal blanco y junto a otros igualmente en delantal; fotos de Tipuanas en distintos estadios de crecimiento…
   -¡Oh; cómo puede ser!-, dijo Chaqui al escuchar a Teo:
   -Como a muchos, le ha venido una urgencia inconexa a último momento; ¿viste Chaqui?. Le ha dado una torpeza angustiosa y accidentada. Desparramó cajones con fotos de los arbolitos; todo lleno de gráficas, los planos de los formicarios-.
   Los dos íbamos por el corredor hacia la habitación de la esquina. Dejábamos atrás las estatuillas en sus pedestales, pasábamos frente a puertas de habitaciones olvidadas. En tan corto trayecto, pocos pasos con numinosas memorias, ¿de qué nos íbamos a poner a hablar?; ¿de Irene, la prima desaparecida con las guerrillas?

Estatuilla marfil

Estatuilla marfil, foto Lara Correa

   Vimos al entrar al cuarto los muebles corridos; a Tía Reina que estaba levantando las tablas de pinotea, con cuidado de no dañar las fotografías con las Tipas y los gráficos de hormigas, Reina que iba destapando un escondite. Y ante la situación, ya los dos dentro del cuarto, atendíamos a las acciones de Tía. Teo especialmente espeluznado y atento, como dispuesto a dar un grito en cualquier momento.
   Nosotros ahí, a pesar de haber creído momentos atrás, que no la íbamos a escuchar más a Tía Reina, oíamos ahora que nos decía:
   -Se van a encargar de vengarme. Para eso los tengo a ustedes. Irene también se los va a agradecer-.
   “Irene, Irene; en pocas palabras nos acordamos de vos siempre; Teo o Chaqui: Cuando estudiabas; volvías de la ciudad universitaria en el ómnibus, entrabas en el Café de Don Félix, hacías temprano casi un almuerzo, con un espresso doble espumoso que te reanimaba. Entonces a veces te volvías a algún rincón del parque con tus libros. Ahí te podíamos encontrar, subrayando tus textos. Y elegías las compañías que te gustaban realmente. Claro que Tío Onofre no lo sabía por entonces, ni llegó a enterarse después, cuando te borraste hacia la clandestinidad”.
   Reina estaba sacando del encanutamiento bajo el piso a unos envoltorios de papel parafinado y grueso plástico. Teo, algo más tranquilo, acordaba consigo mismo sobre sus recuerdos, y con ese desenvolver de lo que ya sabía eran las metralletas, por parte de esa tía desempacadora.
   -Pero Reina, ya hace años. Mejor olvidar. ¿A quién vas a buscar para la revancha?. ¿Qué podemos hacer nosotros ahora?-.
   -Sí sabemos por donde empezar-. Reina sentada en la silla frente al escritorio, que tenía encima suficiente armamento desenvuelto, y seguía desempaquetando metralletas, maderámen, cajas de proyectiles; y nos decía: -Tendríamos que empezar por nosotros. Irene antes de irse, traía acá a la casa al cuarto de ella, unos tipos. Se tramaba con nosotros en ellos. Se enredaba; nuestras almas en otros cuerpos. Alguno de ésos la traicionó. Yo recuerdo los nombres, los rostros-…
   Las manos de Tía Reina estaban apoyadas descansando; esa mano sobre los duros ángulos y metales de las metralletas ultraveloces.
   -¿Por qué no nos das un poco de tiempo para pensarlo, Reina?-. Chaqui se le había acercado para suavemente decirle así a Tía Reina; y también se echó a tocar las armas, y a escrutar las inscripciones diagonales en la empuñadura de una máquina; agregó: -Además si es cierto que te moriste; no tenés porque apurarnos. Tenés toda la eternidad por delante-.
   -Turiya, eso fue Turiya-. Reina nos declaraba, echándose atrás en la silla, levantando una ceja.
   Algunos yoguis, por un entrenamiento oculto y ascético declarado, Reina nos aclaró sobre su aparente morir: que fué por lograr voluntariamente ese estado cataléptico: “Turiya”; para después también a voluntad, poder reasumir plenamente el funcionamiento vital.
   Demasiadas cosas abrumándonos. Parecía que despertábamos en medio de una resaca. Escuchamos un ruido dentro de la casa.
   -A ver que pasa. Vamos, vamos. A ver que pasó-.
   Nos apuramos por la casa, recorrimos, revisamos, fuimos encontrando todo sin cambios. Entramos en la cocina; recordemos que todas las puertas estaban abiertas. Ahí es donde había sucedido. Nada tan serio.

 5)
   La ficción detenida. Trataban seriamente en la noche, caminando en pequeños grupos alrededor. La gente discutía entonces. Sentían todavía un bien latente dentro. Y eran difíciles de articular, la revancha y la justicia.
   En la oscuridad natural, delante del precario artificio que se agota, en el parque, delante de la sede iluminada, discutidos intercambios en ronda. Se preparaban para el día siguiente, en la aceleración de tomar medidas. ¿Qué podrían hacer?.
   “¿Por qué nos tiene que suceder esto?. ¿Por qué son nuestras cosas de esta manera?. ¿Para qué, por cual cruel demencia no pueden ser otras?”.
   -Ya sé cual es-. Un gordito surgió con esto. Había guardado los testimonios. Ahí estaba parado susurrante, con los papeles en su legítima caja con manija; y sugería: -Las chicas con los perros pueden venir al alba. Alguna se podrá cruzar del parque hasta las oficinas. Otras individualmente podrán querer acompañar a sus perros; hacerles cruzar la calle, para soltarlos de las correas enfrente. Algunas seguramente van a querer entrar para azuzarlos a que los ataquen. Todo más eficaz así-.
   -¿Y vos creés que los integrados al edificio no van a querer defenderse?. Rechazarán los dientes, cuando las fauces… ¡Que sé yo!; sacarán armas. Con mastines y todo…- Uno flaco y alto, que estaba con su mujer, diciendo esto se cruzaba de brazos.
   Se había formado un agrupamiento. Muchos querían escuchar y opinar. Todos con los oficios testimoniales en la mano.
   -Me imagino-, dijo la mujer del flaco. Había inclinado la cabeza, ladeando la mejilla, y lo miraba al gordito.
   Quizá habrá sido por esto, que el gordo del portafolio, con la bella señora también mirándolo, sin dejar de considerar que el amontonamiento seguía creciendo con testimoniantes, que enfocado sobremanera el gordito, tiró una actuación demostrativa con dentelladas hacia arriba, chorreantes en el aire de hilos de saliva, de cómo los mastines de las chicas cobrarían la revancha. En primer lugar, por la criatura sepultada en el barro; y dos: por la justicia, que la naturaleza humana así se recobraría de su encierro entre cenizas al fín. Sería por eso que el gordito de la propuesta mostraba las dentelladas sonoramente, mientras todos lo miraban seriamente con consideración.
   Muchos estallaron en cuestiones, comentarios, preguntas:
   “Van a atacar a todos ahí adentro. Dogos, mastines, dóberman; andarán a los saltos, saltarán sobre todos. ¿Y los rehenes, los inocentes rehenes?”.
   -No tienen ningún rehén. Se creen completamente a salvo, en ese antro que antes…(etcétera)-.
   “Ellos son los únicos que disponen de iluminación. Si pudiéramos interrumpirles el suministro…”.
   “Es cierto que son criminales. Pero no olvidemos tampoco nuestros deberes de humanidad…”.
   -Cada animal puede llevar dardos anestésicos, ubicados en un dispositivo. Por ejemplo: Con retrocohetes sujetados en los pretales, collares, carlancas-. Repuso el gordito: -Se dispararán por si mismos, dada la acción de un mecanismo, que tendrá respuesta por un determinado umbral de adrenalina, mediante sensores calibrados. Esto teniendo en cuenta, que naturalmente, experimentarán ahí la ansiedad por luchar, el temor, la angustia. Entonces la adrenalina, el sensor del dardo, la aguja, el anestésico. Y cuando enseguida muerdan las fauces; al principio quizá se sumen al shock algunas pocas sensaciones. Pero el anestésico, muy fuerte… de inmediato… no dolerá nada… NADA.
   “Pensemos que si se cierran las puertas del edificio, quedamos nosotros con nuestros perros afuera”.
   Fue entonces que se acercaron al conglomerado de gente mis dos socios; digo mios, del relator de este trabajo; se acercaron como aporte testimonial. Ahí llegaron, después de darme un premio en una sencilla ceremonia íntima. Llegaban justo a tiempo para entender la dificultad. Recordaron que en mis trabajos estaba condensado un acceso a solucionar la dificultad por entrar al edificio. Se repartieron mis trabajos mis dos socios. Buscaron en la penumbra, hasta dar con la reseña. Ayudados por la luz de un encendedor, y en el silencio murmurante cargado de ruidos humanos, crujir de ropas y papeles, roces y respiraciones, susurros; mientras el corro alrededor del gordito los miraba expectante a ellos, mis dos socios delegados. Quienes ya encontraban las palabras necesarias. Y a la luz movediza de un encendedor, uno de ellos comenzó a leer:
   -Dice el texto que cuando las puertas del edificio, etcétera… Que esto se podría solucionar dándole un pié, para soportar la elevación, al cerrajero; así que él pueda destrabar las puertas de los balcones del primer piso. De subir, que lo haga con un par de perros con retrocohetes, por las dudas. Las chicas dueñas de los perros podrían también elevarse por el sencillo procedimiento de darse los piés para arriba. Y los perros, encaramados con las patas sobre los lomos, totalmente podrían hacer una suerte de pirámide canina. Que así entre una avanzada, y destrabando las puertas de abajo, le dan paso a la jauría ya dispuesta, cumpliendo órdenes… para el ataque-.

Img provino de Kuenstlerhaus 2002, ¡pies estribando y arriba!

Img provino de Kuenstlerhaus 2002: ¡pies estribando y arriba!

   Cierto que todo ello en el parque, cuando mis delegados les leerían mis informes a los otros portadores de testimonios. Así se aclararon un poco las cosas, cuando para mí también; para mí, el relator, a veces acompañado con las voces de mis socios, a veces solo como ahora, en el departamento, solo a oscuras.
   Me he quedado sentado descansando, aliviado y contento, despachado el trabajo febril. Ya no recorro las habitaciones en la busca de datos y conexiones para el testimonio. Sentado solo a oscuras; voy oyendo como un crepitar sedoso en mis oídos hacia adentro. Parece el frotar de las varas de un trolley sobre un cablerío tendido. Es el sonido del tiempo que se está cumpliendo con toda su neutralidad. Puedo descansar una pausa así; mientras los nervios son como seda.
   …No iba a durar demasiado la tregua. Entra una luz cruda por una de mis ventanas. Yo, desde otra habitación, me encaminaba a saber quienes andaban en los departamentos vecinos. En una noche en la que sabemos que las estrellas nos están brotando desde adentro. En esta noche de la desmesura, de la vuelta de página; noche de fascinación y vértigo. Noche tersa, concertada a grandes pasos. Noche centelleante de pérdidas y de encuentros. En esta noche encuentro que mi vecina en su dormitorio, una muchacha atractiva y glauca, se movía fuera de nuestro mundo. Se movía como si la realización que se está desenvolviendo no existiese.
   Me quedo plantado en la oscuridad, observando que hace ella en su cuarto cercano. No me había atrevido antes, ni mínimamente interesado en observarla. Pero hoy… Allí se ocupaba en revisar un placard abierto. Elige una prenda, la sacó, la examinó. Enseguida vuelve a ponerla entre las otras. Todo esto tan desconectadamente, en otro ritmo ajeno al nuestro… Se pone a buscar algo en una cajita. Se desvistió de su saquito de lana, de su pollera, de su blusa. Al desnudarse de su propio sostén, mi propia sangre entró en otra presencia. Y siguió andando en su habitación. Anotó algo en una libreta junto al teléfono.
   Un minuto más manejando cositas; y se mete por un corredor al interior del departamento. Seguía despreocupada y voluptuosa. Alcanzé una silla en la oscuridad, me senté. Algo raro excepcional, porque yo nunca fumo. Y como era de suponer, ella no demoró en volver a su dormitorio. Cuerpo notorio, con tetas firmes, de buen porte. Yo oculto la brasa de mi cigarrillo, como para continuar inadvertido. Me doy cuenta que en su cuarto hay abundancia de cristales, en lámparas, como abalorios, en biseles. Comprendo mientras la miro, que yo debo de hacer un esfuerzo, e incluirla a ella, incluir a mi vivencia de ella también, en la hechura de nuestros sucesos textuales.
   Ella continuaba de pié, en una exhibición de su naturaleza, quzá sin pensarlo. Y tomó unos papeles; podrían ser material de estudio, ya lo sabremos; los estuvo mirando. Decido levantarme, comenzar a moverme, consultar un libro para intentar de contestar a este interrogante, que surge tan agradable, que hace con su pregunta una ponderación de la noche, cerrándola.
   …¿Cuál será la ley que tendrán, o no, mi vecina y sus imágenes?. ¿Seguirá detrás de los vidrios, del otro lado del patio?. No sé si cumpliré los requerimientos imperiosos de esta novedad. Con la duda estoy consultando un libro; y estaba ya en la segunda página, cuando escucho la celosía del cuarto vecino cerrarse. Estaba yo leyendo, sin irritarme, el candil encendido, manteniendo todo tenue. Nítidamente pude oir que se cerraban las celosías de mi vecina. Me voy a fijar en la oscuridad de mi otra habitación. Todo oclusivo enfrente, un apagado y cerrado totales.

 6)
   No sé lo que pensarás, en lo concerniente a estas idas y evoluciones, cercanías y rechazos, intercambios y observaciones; todas sumadas como sucesivas capas de barniz, cubriendo una vieja pintura, agrietada, descolorida por el sol. Todas estas atenciones, que quieren dar validez, para que se reconsidere, una primera sugerencia, cierta propuesta que ahora podríamos entender, que está atenuada por un desconcierto, por una entresoñada larga nota que da cuenta de otros ritmos. Esto parecería una colocación anterior, de la que van nutriéndose y en la que van siendo olvidados los anhelos y los personajes.
   Como sin embargo subsiste alguna cordialidad desfalleciente, sofocándose en un mar de gabardinas hechas pulpa. Y hay de vez en vez algún alivio para estas instancias; para que puedan aparecer, respirar y hablarse; creyendo todavía los fragmentos, que una tormenta de agua dulce, se llevará la basura y sus adherencias, que habrá diáfanos días como la gente. Por eso ahí, en una cierta Ciudad Grande convulsionada, los dos personajes pasaban a la cocina.
   -Mirá lo que fue. El tubo-; dijo Teodoro. –Quedó todo sembrado de vidrios. Mejor que los levantemos, sino va a hacerse difícil hasta el calentar agua-.
   -¿Cómo se pudo haber caído?. ¿Alguna prueba atómica; terremoto?-. Chaqui reaparecía con una palita y una escoba.
   -Traé, que hay vidrios encima de la mesa-.
   -Presumido de competencia, me mandás-, contestaba Chaqui. –Me hacés acordar a los patrones despóticos que tuve-…

   Teodoro detuvo su actividad de limpieza; y quedó atendiendo a las frases que querían de seguro continuar. Chaqui quería contar algo:
   “Cuando trabajaba en los supermercados del Aeropuerto, teníamos un patrón a quien Yo, le caía especialmente antipático. Me obligaba a hacer tareas, sino yo no sobreviviría en el empleo. En una vuelta me mandó a pegar por las calles cercanas del Aeropuerto unos carteles. Eran unos afiches donde se acusaba a una planta. Ese vegetal es una plaga, pues cobija alimañas zoológicas, decía el cartel. Otra vez, el mismo patrón me puso a trabajar en la heladería del Hotel. Entonces, la obligación para mí era vestir un conjuntito liviano de pantalón y casaca, como los médicos. Pero la ropa con diseño escocés, con unos colores absurdos. Y el jefe me mandaba siempre a buscar el Diario para él. Tenía que tomar ómnibus, para el kiosco que él decía; y volver, siempre vestido con el conjuntito. Hasta la heladería, poner el Diario sobre el mostrador”.

Hiedra, Img oriunda de J.Zamarreño en línea

Hiedra, Img oriunda de J.Zamarreño en línea

   -Una situación muy cómica. En otro momento no sé cómo tomaría esto que contás-, dijo Teodoro. –Entendé que de todas maneras, algo podría hacerse. Pero esa ocupación tuya era muy cómica. Toda la actividad en la Ciudad Grande es muy cómica. Lógicamente, dado su horizonte, que otra cosa podría ser. ¿Y qué otros trabajos tuviste que hacer?-, agregó Teodoro preguntando.
   “¡Oh!; también me tuve que ocupar en el Bar del Hotel. Allí tenía que sentarme frente al teclado, junto al pianista. Y conversar con él. Algo bastante limitado, porque nunca pude aprender música. De a ratos yo le decía, aquello que me gustaba, para que él lo tocase. Hubo ocasiones en que yo le señalaba con mi conducta a superar las dudas; yo me ponía por eso a tocar algunos acordes de oído. Las teclas de ese piano tenían forma de hojas de hiedra. Como es natural, las hojas se marchitaban, se secaban regularmente. El piano entonces sonaba muy feo, como roto. El pianista, con el jardinero, que venía para remover las hojas agostadas; trataban de cargarme la culpa por la marchitez de las teclas. Querían que yo me resignase a ser ignorante; seguramente trataban de abochornarme, obedeciendo la onda del patrón”.
   Al final se pudo concretar la limpieza. Teodoro decía:
   -Mientras te escucho, me parece estar soñando. Y quisiera quedarme así. Me parece estar recogiendo frutos de las copas de los árboles. Me iría trasladando, de árbol en árbol; nunca más bajar al suelo… ¿Para qué bajar, Chaqui?; si aquí entre las ramas, todo los malestares quedan lejos-…
   -Y bueno; la situación se quedará así penumbrosa. No habrá ningún lumínico, nungún cambio con las cosas. Dejaremos todo lejos. Está bien; no vamos a tocar nada-. Chaqui ayudaba asertivamente a la vida dendroidea.
   -Nos queda algo: la proposición de Reina, para pensarla. ¿Por qué no salimos a traquetear; y le preparamos a ella un respuesta?-. Teodoro aportaba sus planes prácticos.
   Al rato; y los dos contentos; bajaban las escaleras corriendo. Previamente se habían embolsado en más abrigos. Gruesos y casi inhibidos de movimiento por la áspera ropa, igualmente caminaban rapidísimo. Apurados nosotros, el relator y los socios delegados, por este desplazamiento, nos resultó difícil mantener siquiera contacto visual con estos hermanos.
   “¿Qué es lo que pasa?”, se preguntaban ellos al ir notando en las calles otras concurrencias; y en penumbras. Mucha gente que venía del parque. Chaqui y Teodoro andan con miedo de lo que pueda pasar, por si fuese de detener a alguien con una pregunta. Toda esta gente que se está moviendo en las calles a oscuras; parecen estar generando algo, autorizados, libres, vibratorios. ¿Quién sabe lo que está pasando?…
   Recorramos. Veamos si podemos recocer la urdimbre. Veamos si podemos aplicar un mordiente a lo ya narrado, para que resalten precisos los colores seleccionados. Chaqui y Teodoro no quieren preguntar. No olvidemos que predominan dentro de este tiempo los trapos y las cenizas. Que la ruina ya ha empezado. Que la gente extraña viene ocupando lugares. No olvidemos lo funesto. El entorno está lleno de presagios y plegarias. Por todas las regiones alrededor, a dios le ruegan por un alivio a tanta desgracia, tanta extenuación. No olvidemos.
   Recorriendo los hilos tejidos, veremos que la trama de la historia enreda los pies de nuestros personajes, por las siguientes relevancias: A) Los temblores de Chaqui no volvieron a presentarse. B) Las latas de basura-souvenir bajo las tablas. C) Un tubo de iluminación que estalla; o con esto se encubre quizá otro estallido. D) La desgraciada noticia sobre Tía Reina… Aunque ella después… Cuando investigaba los caracoles, Molusca Gastrópoda Planórbida, no me equivoco. E) La misma Tía Reina hablando de las tipuanas. F) Las muchedumbres trizando, en el amasijo de testimonios, el crisol de textos. G) El ataque de un verdugo ignominioso, al simpático monstruito en la fuente… Seguiríamos enumerando sólo dos palabras más: el tri-futbol y el comercial, etcétera. Por perogrullo no repetiremos que la investigación de Reina fue sobre cierta simbiosis benéfica para las tipas. Y así sumando, comprenderemos, que Chaqui y Teodoro estén ciertamente atrapados en dudas; estancados en el toma y daca de averiguar lo que pasa. Entre tanta agitación, sólo miran sin preguntar. Prefieren la inadvertencia y el anonimato, antes que mostrar su desconocimiento. Claro está que esta actitud, resulta ventajosa para los poderosos y aprovechadores, que estudian como mejor medrar con la ignorancia, esos que acaparan y ocultan saberes. Pero sin abundar en digresiones, atendamos más a la conversación de Chaqui y Teodoro.
   -¡Klappenbach; Klappenbach!-. Disculpen, alguien que conozco. Sigan ustedes a los hermanos y estén atentos a lo que pasa. Nos vemos después frente a los de Reina.
   -¡¿Cómo te vá, mi amor?!-, susurro yo para esta piba que reencuentro.
   -¿Qué hacés, poroto!-. Chuni Klappenbach recibe muy bien mi saludo.
   Hace ya tantos años con esta chica fuimos compañeros, en la Dirección Nacional de Identificación. Me dá sus dos manos amplias y cálidas; ahora como entonces; cuando ella vivía en el living del departamento de sus viejos, en los monoblocks que dan a las lagunas.
   -¿Qué linda que estás!-. Abrazo. -¡A que te casaste?-.
   -Estoy tan ocupada. Mirá; antés de que salga el sol, tengo que llegar a donde está mi marido-. Chuni evidencia querer mi compañía; pero me muestra una caja con escarbadientes, para que yo comprenda rápido.
   ¡Qué horror!. Igualmente le doy un fuerte beso pulposo. Ella lo acepta; y queda como esperando mis decisiones. “Que lo que deba de ser suceda”, parece decir con su actitud. Yo la invito a cruzar la calle, tomándola del brazo. Ya estoy cambiando de rumbo, acomodándome a su apuro. Ella comprende que debemos de comer algo, porque nos espera una larga jornada. Me invita a entrar en un local de Pizza, iluminado, con faroles “sol de noche”. Comeremos con cerveza negra.
   -Se va con una mina rubia-. Uno de los socios delegados se ha dado vuelta y nos ve, a Chuni Klappenbach y a mí, caminando abrazados antes de torcer la esquina.
   -Sigamos con la recorrida. Ya nos va a decir de la chica, cuando lo veamos más tarde en la esquina de la escuela-, contesta el otro socio.
   -No arreglamos a qué hora-.
   -No importa. Porque igual alguien tendrá que estar vigilando ahí las ventanas de la Tía Reina enfrente. Quizá haya que sacar fotografías-.
   “Y los hermanos quieren inventar una historia para contarle a la Tía. Sigámoslos. Van a volver cuando tengan algo preparado y estén claros; quieren conformar a Reina sin combates. Cuando vuelva, nosotros también volveremos, por la esquina de las baldosas rotas. Ahí vigilaremos y esperaremos; quizá tengamos que sacar fotografías”.

"Ojos que no tienen nada que ocultar". Es Pintura de S'Dalí

   Ojos en la oscuridad, ojos que no mienten. Ojos respaldándose a sí mismos. Cuan presentes siempre, ojos que no tienen nada que ocultar.
   -Debe haber una clave para entender lo que pasa-, dice Chaqui. –Quizá hablándoles en árabe. ¿Sabés árabe, Teodoro?-.

   -La oscuridad no tiene nombre en ningún idioma.Tenemos que seguir adelante: Encontrar sentido trágico,que sea una golosina para la Tía; ¿entendés?-.
   -¿Por qué no entramos en un negocio, para leer algo?. Algo que surja, aunque no entendamos nada. Todo posmoderno, soso, mal versado y descolocado. Podríamos tomar una Oko Cola-.
   Teodoro se molestó por esto último que tartamudeaba Chaqui. Se detuvo súbitamente, haciendo que su hermano sorprendido lo mirara, mientras él decía con severidad:
   -Yo te creí hasta ahora, pero esto es un proceso videado. ¿Eh?. Hay una sentencia pendiente de resolución, que es ominosa. Tenemos que encontrar una razón, con la que inficionar a Tía Reina, con una historia que la alivie, que olvide así los ajusticiamientos. No me hagás enojar; que tenemos que encontrar una solución hoy, antes que amanezca-.
   -Como siempre; todo pasa de la noche a la mañana. Igual que con Irene. Y nosotros que no queríamos ni preguntar-.
   -Igualmente teníamos que aparecer; y vamos a tener que aparecer en lo de Reina; ¿entendés?-; repuso Teodoro afirmándose. –Y si volvemos sin solución, sin historia, sin averiguar, no la podremos sacar de la necrofilia. Caemos nosotros en su catalepsia. Y las metralletas; son una porquería copante, y las fotos de las hormigas babosas, y que Tía Reina se dé el Turiya, y las mortajas tejidas al crochet-…
   -Afirmativo. Es mejor un proceso videado que un proceso necrofílico; y claro…-, ratificó Chaqui, rectificando su actitud, conviniendo a los fines esclarecedores de Teodoro.
   [Llegando a este punto, mi agraviarme por querer opinar con juicios críticos, justifica una Interrupción. Es todo tan fugaz como para abroquelarme condenándome, es mejor intentar entender. William Blake ha dicho que: “Es tonto aquel que se niega a creer en lo que no puede entender; pero es más tonto el que quiere despertar creencias en el primero”. Llegando a este punto, a descansar esperando confiado, sonriente, las manos bajo la nuca, mirando el techo ó las estrellas, sobre el jergón ó el cesped. -Corte-].

 7)
   Teodoro continuaba: -Puede ser que cuando volvamos, podamos hablarle a Reina de este acontecimiento…-.
   En la oscuridad aciaga, a través de los constipados agravios, entre observadores resentidos amenazantes, entre las crueles dilaciones verdugas; avanzaba precisa una muchacha alta, de cabello azabache. Avanzaba corriendo, urgida en decisiones, para evitar que la masa en ciernes alrededor fermentase con las luces artificiales del edificio público. Ella adelantaba las noticias, parecida a un correo completo de informaciones, con un destino señalado.
   Sucede que Chaqui la reconoció, la alcanza suavemente, le da flor de empujón intuyendo la cinética, el momento. Y la chica se ve forzada a entrar en un amplio zaguán con mayólicas. Los dos hermanos acumulados sobre ella, con las manos sobre sus pantalones de hilo.
   -Te escuchamos Laura-. Teodoro también la ha reconocido.
   -Por favor, no me hagan doler-, dice ella.
   -No veo que interés podamos tener en lastimarte-, dijo Chaqui, retirándole las manos de la entrepierna, encogiéndose de hombros.
   -Es cierto. Sólo que nos cuentes lo que sabés-. Teodoro de acuerdo, aunque sin retirar las manos, amasándole la pechera. –Vos desde que naciste sos parte de esa minoría inteligida, activa. Nunca quisieron aflojar las palabras. Son rápidos, pero para aflojar la bosta. Elite de garcas-…
   …Laura lo golpeó afablemente, en un silencio que se prolongaba; lo golpeó con un colador para té. que lo llevaba en la mano. Un golpecito en el dorso de las manos de Teodoro, que las llevó al bolsillo; y miraba a Laura, recordando tiempos soleados.
   -Les cuento-, dijo la espigada muchacha desde sus alturas, estirando una pierna al frente, holgándose, plena al decir sus palabras.
   -Laurita y yo, cuando estábamos en el Industrial-, le acota Chaqui a Teodoro, mirando a Laura cómplicemente: -nos sentábamos en casa de la mamá, juntos, tomados de la mano, en el borde de la bañera-.
   -Pará; mirá. Muy romántico, pero mirá cómo se pone-, diciendo esto Teodoro le dio un codazo en las costillas a su hermano.
   Laura polícroma, de mil colores tornasolados, iridiscentes, cambiantes bajo la piel, con los poros dilatados, por unos instantes, hasta que estalló:
   -¡Joder!. ¿Y ustedes querían enterarse de algo?. ¡Que se los cuente su mamá!-.
   Los dos tipos estaban como congelados, atónitos, paralizados y graves. La chica se había puesto a maldecir sordamente en una lengua desconocida…
   …Oportunamente, sin embargo, congeniando en el paso, apareció pregonando en el dintel, un vendedor de esos chocolates embolsados en medias. Teodoro pudo superar la parálisis, se acercó al marchante; al ratito volvió con una media celeste desatándola, repartiendo enseguida la barritas de chocolate relleno energizante. Chaqui podía decir:

almendras de cacao, de http://www.bisila.com/Foto de Anselmo Ebiaca

almendras de cacao, de http://www.bisila.com/Foto de Anselmo Ebiaca

   -No será el cacao Maravigliaeo, pero para que me disculpes-…
   -¡La puta que los parió a todos ustedes!. ¡Cómo para que nos digan que solamente se equivocaron!. ¡Y ellos!; que nos obligaron a morder el asfalto-. Laurita trituraba, destrozaba el chocolate; y escupía bronca. –Turros; que están por todos lados. Y me tengo que encontrar con este manoseo patriótico. ¡A ver si entienden algo!: Ellos, ¡terminaron con la mascotita!-.
   Informó, historió lo que pasó en el parque. Laura iba llegando hasta las últimas decisiones, las propuestas del gordito, etcétera. Los dos hermanos escuchaban atentamente, mordiendo pensativos los chocolates, que iban saliendo de la media hasta que se acabaron. Quedó en el suelo un rimero de papeles dorados, envolturas de chocolate; malas costumbres propias de la Ciudad Grande, comprendan.
   Laura se había tranquilizado; con las manos en los bolsillos de adelante. los miraba, los hombros levantados. Teodoro miraba hacia la calle oscura, limpiándose del chocolate los dientes de adelante con la punta de la lengua. Laurita y Chaqui se deslizaron por el hueco de una escalera amistosamente. Y allí secretamente coincidieron en algo. Al volver al pasillo, rápidamente se despidieron. Y al irse; Laurita decía tétricamente, no sin cierta gracia paradojal:
   -Dogos; Bulldogs; Pekineses; Collies; Ovejeros-. Dio un giro a retaguardia, ya en la acera, y se mezclaba con la ciudad convulsionada, concluyendo:
   -Morir como un perro; sin ni siquiera derrotar a un perro-. Y se fue.
   Se iba aclarando la situación, con esta recomposición algo tardía que recibían los parientes. Así se llega caminando al borde del parque. Con los ojos desplegados por la charla con Laurita. Se llega conversando, corroborando, plantando en las cabezas la posibilidad de una Ciudad re-encendida. Y así se puede ver que efectivamente hay bastantes farolas generosas; que además las vidrieras de las zapaterías, las librerías con algunas lámparas que premiten ver algo. También en algunas ventanas altas, gentes con copas en las manos; algunas otras más rápido se mueven como en bailes. Algún festejo. Gente que se quiere divertir, comentario que hace Chaqui o Teo: gente que está para divertirse.

Img Péndulo22, provino de site-off: Spica

Img Péndulo22, provino de site-off: Spica

   Pero ya estaban ahí en el parque. Y esperando hay mucha gente. Esperando cruelmente la hora de las ejecuciones. Gente que espera eso en ambos lados de la cuestión; murmurando y con trajines en la bronca; a que llegue el tiempo de las impunidades. Tanto desgaste, autodestrucción, tanta roña mental.
   Pero nosotros, los socios, nos quedamos en la orilla del parque, viendo como nuestros pensamientos proyectados y seguidos: Chaqui y Teodoro, entran en comunicación con algunos de los desmañados porteadores de testimonios, que velan desesperadamente. Esos del parque, que van cambiando de grupos, andan sin rumbo a cortos pasos, se sientan y se levantan, se desperdigan.
   Hay suficiente espacio abierto como para que veamos, desde la orilla del parque, a Teo y Chaqui que llegan a ser guíados, acompañados hasta el fuentón, aquel lugar preferido del monstruito. Hay un grupúsculo alrededor de ellos.
   Al cierre de dos o 3 minutos en que esperamos, cuando ya dispuestos a hacer otra cosa; vemos que los parientes vienen hacia nosotros, despidiéndose de sus conocidos, los que en el parque aguardan. Se nos pusieron a contar; nuestro pequeño grupo reunido junto al bordillo:
   Que efectivamente aquella vecina, sabía que alguien, la estaba mirando. Y debió de hablar por teléfono al edificio público. Que de algún modo, los conocidos de Chaqui y Teo se enteraron, de estas conversaciones, y pudieron estar prevenidos en el parque: Ante el intento que siguió, por parte del grupo ocupante, de meterles himenópteros en los ojos, de amedrentarlos, hipnotizarlos, con las alas membranosas y el aparente desafío. Pero con la prevención, no les dieron atención ninguna… Por esta conversación supimos que no se puede confiar en esa vecina, aunque humanamente uno quiera. Supimos también que los himenópteros nó, ni siquiera a contraluz en el atardecer, que ahí es cuando aparentan amistad, pero nó; porque después se meten en los ojos. Y entonces hay que ir al Hospital Oftalmológico, hay que escuchar canzzonetas resignadamente, mejor nó.
   Así que entonces; con esta descripción, y nuevas versiones acerca del entrecruce de textos y los pertrechos para los perros; esperando al alba, etcétera; llegaron Chaqui y Teo a narrarnos lo decisivo.

Pintura S'Dalí, está como junto a la fuente, donde los testimoniadores...

Pintura S'Dalí, está como junto a la fuente, donde los testimoniadores...

   -Cerca de la fuente, ya veníamos sabiendo casi todo.Los sitiadores nos iban contando sin perder el tiempo-; Teodoro tenía la palabra: -Allí, cuando levanté del barro donde está hundida, la cara de la mascotita; fue que Chaqui me dijo, y yo también comprendí: “Terminó todo. Es el rostro de nuestros encuentros anteriores”. Chaqui un poco exaltado, comenzó a temblar nerviosamente-, continuaba Teo, que sostenía firmemente a su hermano por el brazo. –No lo dejé hablar ahí. Aunque de aquí no parezca, muchos llevan garrotes, cachiporras-.
   -Entonces es el cese de esta forma. Debe ser el cese de lo bueno-, dice uno de nosotros.
   -O de lo que creíamos bueno; que se yo-, dice el otro socio.
   -Por eso mejor que nos hayamos apartado-, subraya Chaqui: –Yo me iba a poner a hablar de estas cosas, de aquello del departamento, hablar de Irene-.
   -Menos mal que se volvieron rápido. De todas maneras, mejor aquí no quedarnos. Se avecina el alba-.
   Y nos salimos caminando. Los hermanos delante, nosotros cerca.

 8)
   Klappenbach y la cerveza bock sí habían conjugado bien. Ella volvía a insistir, tomándome del brazo, pegándose a mí:
   -No pudimos amigarnos. Ni aún ahí, pudimos hacernos amigos-.
   Chuni me hablaba del drama de su matrimonio. El local de Pizza estuvo repleto. Gente inusualmente vestida de gala, esperando las mesas. Las pobres mesas viejas cambiaban comensales contínuamente. Y en la espera, reservando nosotros el turno; allí me habló del matrimonio. Que en la chacra de Corrientes habían intentado superar a los demonios. Pero ellos volvían. Y alguna vez, en la cena de la pareja, había volado violentamente una discusión; la salsa de tomates cayendo sobre los libros, arruinándose la biblioteca.
   Y cuando estábamos sentados, Chuni Klappenbach había desarrollado más la historia. Me hizo mirar una primorosa carta recibida por ella en el mismo día. Reciedumbre escrita a pinceladas por la misma sangre del marido. Impactante carta de amor de él, al cual ella se abrazaba, abrazándose a mí. Y rechazándolo a él intempestivamente de a ratos, también abrazándome a mí entonces, el compinche. Yo que me iba sintiendo cada vez más como un muñeco tentempié en el restaurante repleto; bastante impresionado por la carta sangrienta.
   Debido a la carta, Chuni debía volver, no tenía que volver, quería volver y no, a la chacra en Corrientes. Y yo quería hacerle pensar en otra cosa; y no en los cuerpos. Nuestros cuerpos bebiendo la noche en chopps de cerveza negra. Que tampoco pensase en su deseo de volver. Por esas ráfagas de delirio, escondidas en la sangre de la carta.
 8,a)
   -Parece desafortunado que vuelvas a las lagunas ahora-, le había dicho yo.
   Y no estábamos comportándonos aviesamente, pero sí sobresaturados de mucha demasiada cerveza bock, cuando pudimos salir entre somrisas del abultado restaurante. Así cuando enfrentamos la alta hora destemplada, los dos nos vamos, llevándonos, para poder andar hasta la casa de Reina, que no es tan lejos.
   Chuni sólo quería dormir, lo mismo que necesitaba yo. Pero yo corría con el placer hospitalario de albergar su cabecita dorada, sin ningún hedonismo en ese disfrute; por lo que cuidadosamente evito la posibilidad que había, de irnos al departamento mío en la calle Bolívar. Además, el matrimonio sangrante de Chuni, doblemente avisaba en cordialidad a mi ética amigable. No había chance para carnavales; ni para que yo me inflara en un plumaje de señor bienhechor. Se había hecho el momento para que entráramos silenciosamente; claro, esto gracias a las llaves que habían sido de Onofre, y que Reina me había encargado mucho antes para que yo las cuidase.
   Acomodo a Klappenbach en el cuarto que había sido de Irene. Le mostré todo lo que podía llegar a necesitar; y me llego hasta la cocina para prepararme un té. La luz de la cocina no funciona; me tengo que ayudar con la menguada lamparita del pasillo. Casi todas las tardes vengo a conversar con Reina, y a matear en esta cocina. Así que no tengo mayores dificultades para encontrar las cosas. Un dato que me espanta, es descubrir en la mesada, una subametralladora y municiones, al lado del tarro abierto del azúcar. Me preparo una cacerolita de té tibetano; y voy despacito hasta la habitación del frente. Ahí me quedó espabilándome, vigilando por la ventana de la ochava, a ver cuando apareciesen ustedes.
   -Pero tú no estabas. Estaba Tía Reina esperándonos en el balcón de la esquina cuando volvimos-.
   -Ella se apareció poco tiempo después. Tardó minutos en presentarse al lado mío, después que yo me instalara a esperar acá el momento de encontrarme con ustedes-.
   -Fue Reina quién te avisó entonces. Vos bajaste enseguida. Está bien. ¿Trajiste las armas y las municiones?-.
   La indagación acuciante de Teodoro no la respondo yo.
   -¿No ves que eso ya no es necesario?. No hacen falta las armas-; y usted se dirige a mí para aclarar: -En el camino del parque hasta aquí pasamos por la plazoleta, donde había unos muchachos haciendo unas construcciones, muy ocupados. Estaban armando algo muy bien hecho, unas geometrías, con unos lienzos volando-. Así usted se pone a hacer gestos señalando las formas:
   “Casi conformando tiendas, con bultos negros de plástico llenos de arena en función de lastre, sosteniendo los cables, donde ellos ajustaban las tuercas, y unos banderines blancos… Pero lo más importante, que parece que ellos dos no entendieron -y usted señala a los dos hermanos-, se trata de que los muchachos en la plazoleta nos hicieron conocer; que la mascotita puede ser conducida a un renacimiento.Porque ahí en la fuente con el barro, ya están la biotecnología y un equipo de cirujanos especializados en cirugía de trasplantes”…
   -Pero va a resultar un monstruo, viejo-, le digo yo.
   -Todo lo contrario. Negatividad por negatividad resulta en posición real positiva-.
   -Mmm. Hasta puede resultar que la bestezuela resurja más bonita-, me corrijo yo.
   -Tenemos que volver-, influye Teodoro.
   -Hay que contarle algo a Tía Reina-, dice el otro de ustedes, los socios.
   Precisamente Reina, es quien sale a saludarnos al balconcito de la esquina. Y tiene al lado de ella, visible ahora para el resto del cónclave, a Chuni Klappenbach.
   -La mina rubia con quien se nos escapó. ¿Cómo es?. ¿Estamos todos en esto?-. Ultima pregunta suya por un rato.
   Los dos hermanos miran a las señoras en el balcón, me miran a mí; se fijan acusadoramente en ustedes. Chaqui y Teodoro están como indignados, pero en coalición serena conmigo.
   Un cierto vértigo me invade. Me tengo que sentar. Me tomo la cabeza en la coronilla con las dos manos. Después me acuerdo enseguida del sombrero plegable que llevo en el bolsillo, y me lo pongo. En medio del vértigo pienso: si querré que se enciendan las luces; para ver a la vecina todavía.
   Levanto la vista y controlo que mi amiga Chuni y la Tía Reina siguen en el balconcito. Desde los alrededores del parque comienzan a resonar aullidos graves y ladridos, muchos más ladridos, cada vez más.

 9)
   Los presagios para la mañana se están produciendo. Yo quería retomar, luchando contra la dispersión, la historia de lo que se había dado allí, en el salón de la esquina. Pero también tengo que enterarme en cansados díalogos roncos ahí en la calle, de las novedades provenientes del parque y las cercanías. Ellos también, todos, nos vamos enterando de mis versiones.
   En lo tocante al procedimiento material, llego a creer que los peores perjuicios ya fueron producidos. O sea que yo mismo, los lectores y la literatura, ya podríamos acusar los efectos de esta generación de texto: Esta suerte de provocación, como plancton disperso novelado, que acecha a los acotamientos con que se trata de limitar el devenir; a un precio tan arbitrario, que ya habrá hecho sucumbir los depósitos; así los objetivo-materiales como los reales-simbólicos. Y también los químicos; estos en su carácter de mensajeros, habrán andado presurosos, tratando de compensar las deficiencias hacia la entropía, dentro de los cráneos. La infusión en este estado neuro-mental, pudo haber desorganizado, en aceleración de caída libre, al entendimiento.
   -Usted exagera-.
   -¿Quién dice eso?. Entre nosotros… Probablemente todo a nuestro alcance se haya agotado. Por eso me parece que sólo resta enterarnos de los sucedidos del parque y de las calles. Nos quedaría retomar la historia, con atención, sin distraernos por los ladridos crecientes ni los aullidos ululantes. ¿No es cierto que parecen alojarse esos sonidos en nuestros cuerpos?-.
   -Tómeselo con calma. Tranquilícese-… ; me dice uno de ustedes, socio del personal mío de seguimiento.
   -Vaya tranquilamente mirando en el borrador, donde apuntó lo que tiene que pasar hasta el cierre-, me añade siseante el mismo socio.
   …Decirlo es fácil: …-tranquilo- …Están los cuatro mirándome fijamente. Yo trato de producir el papel con las anotaciones, de entre la abigarrada pluralidad de bolsillos, que de pronto parece que estuvieran brotando más en mi ropaje.
   “Hasta que no encuentre la lista, la situación está áridamente congelada. De acercarnos ahora a ver que nos está sucediendo, en esta esquina; sería como meter los globos oculares sin protección en una tormenta de arena. Cada uno en su enfrascamiento tormentoso: En el frasco los ojos crudos mezclados con arena hiriente que los envuelve. Los ojos con gránulos, heridos; teniendo que vivir así, en el frío árido como entre arena, despiertos los ojos, atentos, distantes… Encontré la lista. Ahora”…

"la Biblia sobre la mesita, como desafiándome a que yo la tomase"

   Tía Reina se me había acercado mientras yo estaba controlando a esta esquina, tomando mi té tibetano. Vino con una Biblia en la mano, que debió de ser de tu abuela, Teodoro.

   …Pero no debo de entrar en detalles personales. Tía Reina colocó la Biblia sobre la mesita, como desafiándome a que yo la tomase. Vayan siguiéndome… Ahí, al lado de la cacerolita del té; con peligro de se engrasara su querida Biblia. Con la única luz que teníamos, la del pasillo; Reina comenzó a despacharse:
   Que ella ya se estaba enterando… Que había recibido una comunicación desde Bangaux, a través de un radioaficionado de Punta Badero… Que Frederika contó haber sido atacados ellos por un torpedo que no hizo explosión; simplemente hizo sólo retumbar el casco como si fuera una campana. Pero fue bastante como para que pusiesen rumbo a un puerto seguro.
   Reina me subrayó lo principal que deberíamos de tener en cuenta: dada la marcación a la que estamos expuestos aquí en la Ciudad Grande, la confusión que hay, los ataques… Que Bangaux también era atacado por la misma rebelión oscura. Y lo importante es que no establezcamos comunicaciones directas con nadie. Que es mejor, de todo lo futuro, que lo hablemos y organizemos en contacto con Bangaux. Sea a través de Punta Badero ó por cualquier sistema favorable; pero abstenernos de tener habladas. Que los criminales no vayan a quedar sin condena.
   -Ya están de camino para acá… Desde el barco han hecho los contactos que eran menester. Y hubo que poner un poquito de intriga, comprendé-. Reina así me adelantó de los tejimanejes: -No me pudo explicar Frederika los argumentos que usaron. Pero intrigaron, protestaron y ofrecieron… Hasta promover que venga una dotación de predicadores; vienen ya-, enfatizó Reina: -Sectarios enloquedecores de alguna rama que no nos interesa conocer. Pero vienen con sus discursos organísmicos, a sembrar su desorden disciplinario en las vidas de quienes han hecho tanto daño-.
   Mi té se había concentrado fuertemente y estaba frío. Igual Reina lo aceptó y seguimos bebiéndolo. Esto me pareció tan fantásticamente increíble. Imagínensé todas las preguntas que le hice. Ella me siguió haciendo saber:
   -No creo que esos misioneros sepan cuál es el material humano para la purgación voluntarista que traen. Pero vendrán, con su prédica, y su entrega de folletos y librillos, lógicamente dedicados a esta nueva afluencia, con su infatuación presumida, un efecto de las tareas bestiales. Los van a dejar sin cabeza-…
   La bronca de Reina no menguaba. Yo le pregunté:
   -…………-
   -Vienen todos en subte; algunos desde Santo Ejido, otros desde otras ciudades. Vendrán renovándose permanentemente, cambiando su retórica, plantando nuevas palabras seductoras… Hasta que esa gente sin madre se prenda del anzuelo; vos sabés, con la voracidad que tienen-…
   Por entonces Klappenbach apareció en la sala. Comprendí que habían estado hablando las dos, porque a mi intento de presentarlas, dieron muestras de conocerse. Así Reina continuó:
   -Todos esos predicadores son sujetos de su obsesión fervorosa, pero están ligados en secreto a nuestro Estado Científico. Tan secretamente ligados, que ellos sólo lo saben en breves destellos de conciencia. Pero sus anteojos de sol sabrán más que ellos; cuando salgan incabablemente de los subtes con sus libros, sus folletos-…
   Chuni silenciosamente también estaba tomando té. Se nos había acercado; y provocaba la sonrisa de Reina, porque me recorría la espalda, el rostro, los brazos, con sus dedos. Detuve eso. Yo tan atento al porvenir presentado por Reina: Le dí a Chuni un suave empellón. Parte de su té cayó sobre las tablas del piso.
   -¡Que quiero saber lo que puede pasar!. Dejame escuchar a Reina. Cálmate, que tienes tu marido en la chacra-.
   -No; no; muchacho. Que Klappenbach también te tiene algo que decir; muy importante-. Reina me daba una reprimenda, suavizada por su buen tono.
   Me levanté. Enseguida volvía de la cocina con un secador, para componer la situación. Las venía oyendo murmurar una conversación tenue, pero con muchas eses. Así que cuando llegué a que me viesen me detuve, mirándolas con cierta angustia inmóvil. Las dos de pié susurrando junto a la ventana. Chuni me dijo:
   -Estate tranquilo que todavía no hay nadie en la esquina. ¿Te vas a poner a limpiar?. Yo no me manché. Dejá-…
   -Disculpame, por favor. ¿Qué me tenías que decir?-. Igualmente limpié el té caído.
   Las dos confabularias se fueron sentando alrededor de la mesita. Esperaron a que yo concluyese mi tarea. Me senté también yo en mi lugar original, más cerca de la ventana, para poder ver la llegada de ustedes.
   -Bueno; mirá-. Entró a declarar Chuni: -Bangaux ya estará atracando en un puerto seguro. ¿Podría ser en Puerto Esquila; verdad Reina?-.
   -Puerto Esquila está más cerca del límite-. Reina sumó su palabra competente.

Img Turismo Va. La Angostura

Img Turismo Va. La Angostura

   -De ahí a la chacra de Corrientes no estamos lejos; ¿entendés?. Mi marido conoce senderos para que entren tus parientes, las señoras, la otra gente de Bangaux. Los encontramos con el camión en la frontera. Antes, él nos viene a buscar acá. Los llevamos a la chacra, pocos kilómetros. Ahí tendremos terreno de acciones; bien conectados por el equipo que van a traer, podremos ampliar el Estado Científico, más en contacto real que desde el barco. ¿Ves?-.
   -¡Pero!. ¿Cuándo pasó todo esto?-. Protesté bien yo, porque me habían tenido en babia: -¿Cuándo hicieron todos estos arreglos?; que son bárbaros; ¡pero sin que yo lo supiera!.
   -¡Ah!. Nos alegra que te parezca bien. Nos encontramos; nos pusimos a conversar; atendimos el teléfono. Vos seguramente estabas controlando desde la ventana. La casa es grande-. Chuni me hablaba, poniéndome la mano en el cuello, y tamborileaba con sus dedos en mi garganta. Se iba a sentar en mis rodillas.
   Reina se había levantado acercándose al balconcito, dándonos la espalda. Nos dijo:
   -Me parece que llegaron tus amigos. Están Chaqui y Teodoro hablando con unos señores-.
   Me acerqué a la ventana. Los pude ver a ustedes. Pensé que parecía estar todo en órden. Y me vine a la esquina para aclarar las cosas. Aunque, no nos amontonemos más ahora. Vayan a sus casas. Vuelvan tranquilos y suban. Pero no se demoren; porque está por llegar el camión a buscarnos.

 10)
   Yo ya había señalado lo necesario para que ellos volvieran a tiempo. Y volvía a la casa que fue de Onofre; Irene vivió allí. Precisamente, yo subía esas escaleras, sacándome el sombrero plegable, guardándolo en uno de los bolsillos. Quedaba disuelta por el momento una aglutinación, la de esa esquina de la escuela.
   …Guardé las llaves; ya dentro del departamento oscuro. Por las ventanas del frente, entraban los ruidos de quienes van corriendo con los perros hacia el parque. Jadeo de las jaurías; ladridos sumándose en un aullido cercano al bramido profundo. Parecía que una sublevación geológica y biosférica hubiese despertado por el impacto de arietes hiperbólicos sobre el centro del planeta. El reclamo me conmueve y aterra; y me anima para hacer un esfuerzo.
   …Orientado por la tenue luz, llego a la habitación en donde desarrollar la afinación de detalles. Algunas cosas quedarán diferidas acertadamente. Por ejemplo; no hay acuerdo en el tema de las minifaldas. Juicios personales en suspenso. Pero nos dedicaremos a nuestro tema específico, Me estoy sentando al escritorio. Tomo notas a la luz de un candil.
   …Convengamos que hemos de anclar, cercana y necesariamente, en poco tiempo más, en las noticias de la radio. Porque sintonizaremos desde el camión a un programa; para el cual ya están preparados los boletines. …Los predicadores irán saliendo en masa del subte. Irán marchando hasta el parque. Los hacemos cantar. …Ya tenemos las líneas principales anotadas. …Entra la luz del día y le dá una doble culminación a nuestro trabajo.
   Paso al cuarto de baño por las necesidades. Ya aligerado, pongo la cabeza bajo el choro de agua fría. Me enfrento al espejo y veo como entro a llorar, a llorar. En mi memoria aparecen nombres. Alguna gracia tienen estos ecos, dinamizándose en el interior de mi cerebro. Es necesario que me reponga. Me acuerdo. Creo que me voy recomponiendo. Pero las consecuencias de lo irreparable siguen a mis espaldas. Pienso que quizá todo habrá de ser perjuicios. Perjuicios como consecuencia de lo irreparable; generando ellos más consecuencias irreparables. Y nuevas ireparabilidades y perjuicios. Debo salir del baño a enfrentar el día. Vuelvo a ponerme debajo del chorro de agua fría hasta la nuca. Puedo abrir el botiquín. Encuentro aspirinas, colirio; trato de arreglarme con estas cosas. Me peino, me vuelvo a poner el sombrero. Escucho que se ha hecho un silencio profundo afuera. Me vuelvo a poner gotas, me enjuago, me seco. Hago un pequeño esfuerzo y salgo. Camino por el corredor donde están las estatuillas. Llego al cuarto de la esquina…
   Ahí están Klappenbach y Reina esperándome.

 11)
   Había suficientes razones para que yo estuviera tan triste. Motivos por los cuales una larga lista podría darse. Pero en las consecuencias interpersonales de semejante enlistado, puede estar acechando el arrebato de las palabras. Circunstancia enojosa de la que es mejor cuidarse. Sería tan violento el no poder contarte lo que pasamos, como violento para ti soportar una enumeración, que sería sucedida por descripciones intrusas de plantas de jardín ó de recetas de cocina. Otras voces, otros tiempos, apropiándose de las palabras. Entonces la lista no se genera.
   Y yo estoy ahí, cubierto por mi sombrero plegable, en un hermetismo de pluralidad, aún triste pero sereno. Las señoras serenamente también. La luz de la calle invadiendo la sala, ya en plena mañana. Ellas quieren saber cuánto falta; qué hora dispongo. Así que desinsaculo las manos de los distintos bolsillos donde las tenía colocadas asimétricamente. Consulto el dispositivo de pulsera; les contesto. Reina debe haber notado algo en mi entonación, porque se detiene a reparar, mirándome inquisitivamente, antes de hacerle a Chuni susurros sobre cierta conversación de ellas. Y están así un minuto, haciendo comentarios y acuerdos susurrados; hasta que Reina sale del cuarto. Seguía mirándome, como si se enfrentase con algo extraño. Un poco divertida y curiosa, pasó a mi lado. “Irá a preparar las cosas para el viaje”, pienso yo. No me equivoco.
   Klappenbach dejó la silla en toda su estatura; y entró a mirar los adornos de la sala, ahora iluminada; las cosas de Reina. Se ponía a observarlo todo. Y yo, mirándola a ella, me entrego a mi necesidad cordial de compensaciones. Sin agitación, en necesidad de sentir su compañía, me le acerco semejando querer ver lo que ella mira.
   -Me dieron sed tus labios-, le digo a su perfil.
   Ella dá medio paso atrás, mirándome abiertamente. Colocamos mi mano, con los nudillos cerrados, en su espalda, entre los omóplatos. Firme y tiernamente la acercamos a mí. Después de su beso murmurante, lleno de calor y bondad, ella me dice:
   -¿Qué podemos esperar de esto?-. Me lo dice cargando de sombras y con anuncios de tristes tintes a su voz.
   -Tenemos que nos estamos acompañando-. Le suelto la espalda, y tomamos una mano de ella entre las nuestras. Chuni tiene manos bien grandes. Continúo diciendo: -No te molestes conmigo-.
   -Yo no me enojo. ¿Por qué ahora vos; cuando antes te negabas?-.
   -Es verdad que podés pensar que todo va a estar mal. Pero ya vas a ver que cierto es mi sentimiento. No nos preocupemos. Vení; que te quiero mostrar algo que hizo mi tío Onofre-.
   Es necesario que de la mano le muestre el camino hasta la escalera de caracol, fuera de la sala, en el rincón del pasillo. Subimos los peldaños de acero. La llave siempre puesta en el lado de adentro, en esa puertita típica. La invito a que me siga a la terracita, al lado de la torre del edificio: terracita particular donde el Tío Onofre construyó su caseta. El había usado ese refugio de maderas alquitranadas y techo de chapones ondulados, para sus trabajitos de entrecasa. Yo contaba con aprobación para seguir con la costumbre, y ahí estuve preparando discursos oficiales, redactando groseramente comunicaciones para la pluralidad hermética de nuestro Estado Científico. Chuni encantada de conocer el lugar tan cómodo; que mira con atención las paredes con colores de óleo oscuro, el camastro con su manta de algodón, el escritorio de tablones bastos desbordando de papeles, la impresora disimulada en un rincón detrás de unas maderas.
   -¿No sentís una libertad acá que te recorre el cuerpo?-, le pregunto en ese tono que me sale a veces, grave, sentencioso y afectivo.
   -Yo te voy reconociendo ahora-, dice Chuni mientras se ubica a mi espalda. Me toma en una llave doble-nelson imprevistamente. –Vos ya te estás poniendo romántico de mierda-.
   El sombrero se cayó de mi cabeza. Klappenbach alta atlética, logra colocarme en una realidad cruda, erótica y heridora.

nuestro tiempo previo a todo

nuestro tiempo previo a todo

   -…Escuchame-, resoplo yo; -una libertad como una burbuja… nosotros en nuestro tiempo previo a todo… diferentes de lo que pase alrededor…-
   -Las pelotas del santón libertad. Vos lo que estás buscando, es sentarte conmigo en la bañera. Habías empezado a andar muy bien; y no te vas a poner regresivo ahora-.
   Los destellos dorados de la piel de Chuni en la caseta, que siempre había estado gris. Destellos infalibles como pinceladas zen, que encuentran una brecha vertical; nos dan sustancia. El esbozo de un compás, preludio de un itinerario con su piel generosa; donde transparentan capilares rojizos. La sangre de ella… La sangre de su marido en la carta, que me llega por asociación. Y se me hacen presentes la angustia y un miedo bárbaro.
   -Me voy a llenar de culpa por tu marido-.
   -¿De qué matrimonio hablás?; si ya no existe-. Alardea de paciencia…
   Pero un soplo junto de aliento nos lleva a desbarrancar la morbilidad de esa culpa, para hacer flamear los paños morados del aire consagrado. Es en el viento de renovación que ella motivó a que sople, donde descansamos, diciéndonos pavadas metafóricas, pero muy felices. Y se repite ampliada de nuevo la ceremonia de las ondulaciones purpúreas. Los espesos mantos rojos ondulan, tremolantes resplandores rientes recorriéndonos todo el cuerpo. Mutuamente entregadas son las caricias sin fin. Hasta que un estallido de voces nos sacude. Son Reina y Chaqui en la terracita, a la puerta del refugio, que nos preguntan si estábamos ahí.
   -Vos tranquilo-, me dice Chuni. Y contestamos sin demorarnos:
   “Nos encontramos bien”.
   -El camión está abajo; y tus amigos-. Me da una reprimenda acerada y con abundancia dental Reina. Su voz familiar me galvaniza.
   -Vos tranquilo-, me repite Chuni, palmeándome con cariño en las piernas.
   Pienso que es mejor que Reina y Chaqui salgan de la puerta y nos esperen en el piso. Les indico para eso, que pongan unas metralletas en un bolso. Se van a cumplir con lo que les digo; y no nos hacen pasar el bochorno de un encontronazo abrupto en la terracita diurna.
   -No sé lo que necesito llevar-, decimos a Chuni, cuando ya estábamos de regreso por las escaleras abajo.
   Al pasar de la claridad de afuera, a la semi-penumbra del piso; el equilibrio cuidadoso para no caer en la escalera de caracol; un estado de vértigo…
   -¿Para qué llorás, pajarito?-, yo me repetía frente al espejo; me daba tirones en el cabello. La inyección me hizo dormir. Querían impedir que yo me vea llorando frente al botiquín. Yo me esforzaba hacia el frente, viéndome, viendo reflejada toda la escena. Un tipo me retorcía los brazos a la espalda. Me clavaban la aguja.
   -¿Adonde te quedaste?. ¡Hey!; ¿qué te pasa?. ¿Te pasó algo?-.
   Le contesto a Chuni que es un desvanecimiento; pero apenas la veo; todo se había puesto muy oscuro.
   -Vení; te vas a sentar-.
   -No. Me voy a sentar acá-. Doy un paso atrás, y me siento sobre los primeros peldaños de la escalera.
   Mi amiga me pasa la mano por la frente. Me dijo que esperara. Volvió enseguida con una taza de café. Tía Reina la seguía, y un tipo que yo no sé quien es, una cara con bigotes.
   -Es mi marido, Julio. No sé que le pasó, se descompuso-, dijo de mí.
   Los tres mirándome. Yo mirándole la cara al tipo. Cara amigable de marido sangriento. Ella que me da a beber café. Yo que me acuerdo: “Tranquilo”.
   -Está todo bien. Está todo bien. Fue un mareo. ¿Dónde están los hombres?-. Me repongo totalmente; pero querría tomar, con el café, algo de agua fresca.

 12)
   La gente había estado en cuclillas observándome; la taza de café ya en manos de Reina. Me levanté de la escalera; ellos me imitaron. Aunque ya no tenía molestias ni malestares, yo sigo sintiendo mi cabeza hipervoluminosa, al estilo de un mongolfiero.
   Me voy enterando que mi personal estaba bajando las bolsas al camión; y los parientes en la cocina arreglando una lámpara. Pregunto sobre el equipo individual que sea necesario llevar. Julio me habló gravemente, en el tono de un comisario político: Me dice que realmente no era necesario que pensase en la ropa. Que ya tenía yo bastante ropa encima. No me va a hacer falta nada; que no llevase más. ¿Cómo contestarle a Julio, a su pésimo tono; si la culpa y la angustia me trabajan por dentro impidiéndome casi hablar?… ”no me va a hacer falta nada más”…
   Es entonces cuando escuchamos ladridos y lloros caninos que llegan de la calle. Fuimos los cuatro hasta el ambiente de la esquina. Una banda de perrazos desperdigada, corría proveniente del parque. Algunos ya habían llegado al otro extremo de la calle; cruzaban el puente corriendo. El panorama se nos ponía bastante sombrío. Si los perros huían entre lloros; probable revés entonces en el asedio del parque. Luego también entonces nosotros nos viéramos obligados a cruzar el puente y refugiarnos en el otro Estado.

Traspaso de límites, Img provino de DiceNews

Traspaso de límites, Img provino de DiceNews

   Tenemos un momento muy depresivo. Nada bueno nos vamos presagiando, sin apresurarnos, pero hacia lo definitivo. ¿Cuánto de lo ilusorio cabía que desecháramos?. Nos acercamos a la cocina, en una impensada búsqueda de nutrición, de solidarizarnos alrededor del fuego. Sin darnos cuenta, íbamos a rumiar nuestra fuerza. Allí en la cocina, Chaqui y Teo se habían parado sobre la mesa, cada uno en una punta. Estaban poniendo en su lugar un nuevo tubo de iluminación. Los dos oían la radio encendida, donde hablaba un locutor dando noticias. Permanentemente están dando noticias por esa onda, en esta jornada de los sucesos:
   “…móvil nos informa desde el Parque Vecinal, como algunos animales sufrieron caídas al penetrar en el Palacio del Estado. Pasamos a conectar con el móvil y dejemos que nuestros compañeros califiquen lo sucedido:”

Radio sustenta los peregrinajes

Radio sustenta los peregrinajes

   “–No ha sido nada como para realmente preocuparse. En los últimos minutos, la toma por parte del equipo canino, fue prevista de otra manera. Hubo cambios en los planes sobre cómo debían de acceder los cánidos al edificio. Pero el abordaje se realiza en los marcos de lo previsto. Estamos presenciando en estos momentos como siguen ingresando los bichitos a la Sede Pública. Nosotros con nuestro equipo de transmisión estamos dentro, detrás de la avanzada; y en vivo, con nuestro equipo de transmisión podemos testimoniar la entrada de los animalitos por el ventanal del piso en donde nos hallamos. Sorpresivamente y a último momento, el Plantel de los Testimoniadores, aquí en las inmediaciones del Parque, procedió a tender unos cables hacia el Edificio. Por estas líneas de equilibrio, los animales fueron pasando en ordenada fila acrobática al interior de esta construcción. Lo siguen haciendo ahora. Es una maravilla observar como se las arreglan con sus cuatro patitas para avanzar con disciplina por la cuerda tendida. Por contrapartida, hemos tenido también algunas caídas. Esa fue la razón para que una parte de esta brigada de canes se desmoralizara y tomase el camino de alejarse de estas operaciones. En este escenario los acontecimientos se siguen con toda normalidad. Algunas de las patronas entran al edificio para controlas que las acciones no se desmadren–”.

Radio sustenta los peregrinajes

Radio sustenta los peregrinajes

   “—Móvil; Móvil. Aquí Estudio. Podrían darnos un indicio de la repercusión que sabemos debe haber tenido este logro de avance. Querríamos saber si la junta de testimoniantes, allí en el parque, respondió como suponemos—“.
   “—Correcto, Central. Recordemos que durante las últimas horas, no toda la vecindad estuvo apoyando con su voluntad la toma. Muchos se estuvieron oponiendo y se estuvieron acercando al parque, con ánimo de dar vuelta el órden y tomar represalias contra los testimoniadores. Pero dentro de su gravedad, fueron conmovidos hasta las lágrimas de hilaridad por el avance en equilibrio de la brigada canina. Según hemos podido verifica con parte de nuestra dotación en avanzadilla permanente, podemos informarle que las amenazas en la calle se han retirado. Toda esa gente entró riéndose a sus domicilios—“.
   Terminando de colocar el tubo en su lugar, Chaqui dá un salto al suelo, afirmando:
   -Por el equilibrismo se produce una fuga precipitada hacia los inodoros. Desopilante-.
   Mirábamos a Chaqui y al otro hermano; las señoras, Julio y yo; que estuvimos viendo como escapaba la brigada canina por las calles, ahora nos podemos tranquilizar, por esto que ha dicho la Radio; que sigue transmitiendo, con la entrevista a un comisario. Me acerco al aparato; Chuni me sigue. Se puso enfrente mío; y guiñándome un ojo, me vuelve a susurrar: “Tranquilo”. Así como giro la cabeza, la veo a Reina conversando con Julio. Puedo escuchar que Reina estaba alrededor del clima de la región adonde vamos:… “¿sería favorable para las tipas y los caracoles?”…
   La conversación de Julio y Reina se me intercalaba a mi atención de la Radio:
   “…el Comisario Ouros afirmó, al consultársele lo que habíamos oído acerca de la posición tomada por el vocero gubernamental, doctor Allivos; que en ninguna forma se habían hecho imputables, como el doctor Allivos pretende, las acciones y las fugas de los Testimoniadores. Que ni siquiera el equipo de equilibris…”
   Una determinación de Tía Reina para mostrarle aJulio las imágenes de sus experimentos… “que iba a traer sus fotos y gráficas; pero mejor por qué no la acompañaba él”…
   Pero nuestro apuro. Pienso tenemos sólo 15 minutos para tomar la distancia. Algo que yo no me puedo poner a aclarar. No puedo decir por qué no tenemos más tiempo. Sólo quince minutos para hacer el trayecto:
   -No Reina. No se pueden poner a mirar las fotos. Tenemos que irnos ya-.
   Y estamos recorriendo la distancia hasta el camión todos juntos. Yo llevo la radio encendida. Reina se logró armar de una carpeta con sus gráficas y fotografías. Al salir, Julio marcha adelante; y a los pocos pasos me señala el camión estacionado. Delante de mi vista una casa rodante, armada sobre un chassis de camión probablemente, pero lo más parecido a un camión celular que se pueda pensar; con unas pocas ventanucas y respiraderos.
   Julio fue hasta el volante decidido. El resto de nosotros va a la parte de atrás. La puerta trasera se abre y allí están esperándonos, con la radio del camión encendida, nuestros socios de seguimiento. Nos fuimos distribuyendo en el interior de ómnibus reformado, entre los varios asientos y sectores acotados por paneles. Echamos a andar.
   Chaqui, Teo y la Tía, se instalan cerca del piloto, en los silloncitos de adelante. Los socios, con las bolsas a sus pies, se ubican en la parte de atrás, mirando a ver si viene alguien siguiéndonos. Reina va a situarse después al lado de Julio, continuando esa conversación científica y afectuosa sobre distintos tipos de humus, el habitat de las hormigas, las leguminosas…
   Klappenbach y yo, con la vieja radito portátil, nos sentamos en el dormidero del camión. Ella me desliza la punta de los dedos, distraídamente, sobre mi mano, que está descansando sobre la cama. Su mano en la mía, parece un paño de vela desplegado sobre el muelle de un puerto.

 [La línea anterior podría enlazar con Bangaux \Link/, por esas reminiscencias portuarias.]

   “…entrando ahora por la puerta central del edificio, para completar la tarea por si fuese necesario, están los predicadores. Llegaron cantando y marchando al parque. Todo vibrante, estimados oyentes, tanto entre la gente de la calle amontonada en el parque, como aquí dentro del edificio con los animales, que lanzan sus ladridos con plenos pulmones. Una instancia muy emotiva al llegar los misioneros, porque toda la gente rompió a manifestar su alivio y a vivar, aplaudiendo este triunfo científico… Esta confirmación G’evangélica, de ya haber terminado con represalias y bestialidades; de haberse completado ya un ciclo que se caracterizó por lo más brutal… Esta presencia que nos asegura la expurgación efectiva para los usurpadores. Y hace que nuestra gente reunida vitoree con satisfacción y tranquilidad”.
   “Aquí nuestra avanzadilla nos trae a una patrona de estos animales, que ya se están retirando, cabizbajos y felices”.
   “—Queremos, estimada dama, que nos haga unas declaraciones. Usted vió cercanamente lo sucedido en la acción contra los ocupantes. Quisiéramos tener unas palabras suyas. Aquí la señorita está con la trailla en la mano mientras le ponemos los auriculares”–.

Radio sustenta los peregrinajes

Radio sustenta los peregrinajes

   “—Le hablamos desde estudios centrales. Cuéntenos lo que está sucediendo. Díganos su nombre; que perro ha llevado para el procedimiento, señora—“.
   “—Soy Eulalia Bartomeu. Llegamos acá con tiempo para que los animales fueran adaptándose al lugar. Mi cachorro es un Husky, y se portó bárbaramente; como casi todos los perritos. Aún también, hay que decirles a quienes escuchan, que las criaturas que perdieron el equilibrio y tuvieron que escapar; ellos también quisieron cumplir su parte. Y al escapar así, me parece, que aportaron más fortaleza para quienes estuvimos aquí—“.
   “—Señorita Eulalia; ¿hubo alguna desgracia en el equipo ó las patronas; algo que lamentar en la entrada al edificio o en el procedimiento?—“.
   “—Toda la gente está completamente a salvo. No tuvimos nada por lo que sufrir. Tampoco nuestra acción ó la de los pichichos podía provocar mayores males. Porque una vez que nosotros tuvimos congregada una suficiente partida de perritos, ellos atacaron sin herir. Sólo inmovilizaron a los ocupadores condenados. Ahí; ya estando completamente dominados, en peligro de ser más avasallados, ya por el ataque de las fauces… Los condenados quedaron yacentes en los mosaicos del piso. Los perritos poco a poco entonces los fueron pishando—“.
   “—Disculpen una interrupción Estudios. Les describo una escena muy emotiva, que pasamos a ver en presencia de la señorita Bartomeu. Se produjo la entrada del equipo G’evangelista, para tratar también ellos de desarraigar, si hubiese quedado cualquier resistencia en los condenados. Con vistas a esos fines; un miembro del equipo mencionado, ha conseguido que uno de los ocupantes… Estamos viéndolos a los dos, a pocos metros, en una oficina abierta. Está el condenado de rodillas; el evangelista también… Han llegado a clamar oraciones; especialmente el ocupante, a los gritos… Y ahora el condenado levanta los brazos abiertos hacia el techo… Inmediatamente el G’evangelista lo sigue; imitando a sus gestos. ¡Mimesis perfecta!. Esta acción coherente y visible, sí que está matizada; ya que el condenado en sus voces y gestos, se halla pero completamente mojado, de pies a cabeza. Ahora la Señorita Eulalia continuará su narración–“.
   “—Muy bien. Y ya no creo que vaya a haber cambios en esto. cada vez que uno de los criminales intente hacerse cargo de su propio cuerpo, de su palabra ó de sus gestos, allí tendrá a su reiterado redencional, tomando los intentos como propios, apropiándose de la acción. Esos hombres ya no podrán hacer nada, hasta que no se rehabiliten—“.
   “—Señorita Eulalia, aquí Estudios. Nos interesa conocer las instancias que se fueron siguiendo, para que los sucesos pudieran calificarse positivamente, como lo son. Toda nuestra audiencia pendiente ahora de sus palabras—“.
   “—No tengo mucho para contar. Nuestras criaturas se fueron turnando para que los tipos quedaran inmóviles. Los amenazaban cerca de los ojos, del cuello; y algunos hilitos de baba se les iban cayendo. Mientras el resto del equipo hacía cola ordenadamente, hasta que le llegase el turno a cada uno, para pishar al tipo en el piso…—“.
   Ya estamos en la ruta. Y seguimos escuchando más noticias y reportajes. Como delegación plural que somos, llevamos nuestros conflictos inacabados, nuestras situaciones que no tienen cierre. Vivimos de esta manera, aceptando las cosas como son. ¿Deberá ser por eso que ninguno de nosotros volvió a cambiar de lugar en el micro-casa-rodante?. Con Chuni nos alcanza mirarnos para saber que ya se aclarará todo. De tanto en tanto me viene algo de culpa, sobre todo por Julio. De dejarla crecer a esta culpa, ello me impulsaría a querer demostrarme, y hacer saber a otros que no tengo por qué estar culpable. Emprendería entonces acciones viles, para enaltecer mi verdad; y justificar las anterioridades. Me cargaría con nuevas culpas. Terminaríamos a muerte. Mejor no. Mejor me acepto en este seguir mirandole los ojos a mi amiga.
         -FIN- de la Novela «El entrecruce»

Migra aquí esta Novella, en abril de 2009, desde el blog «Hipersalomas» en L.C. 
Allí estuvo cargada por capítulos en 2006. 
Sergio Edgardo Malfé 


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